Mascotas y otros animales

La pasión por los animales de compañía no conoce límites. Cuando tenemos una mascota queremos que sean igual que nosotros y por eso les enseñamos que nos den la patita […]
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La pasión por los animales de compañía no conoce límites. Cuando tenemos una mascota queremos que sean igual que nosotros y por eso les enseñamos que nos den la patita y que nos traigan las zapatillas en la boca. También los consentimos igual que a nuestros niños con juguetitos y golosinas y por último, queremos que vengan con nosotros a todos los sitios. Pero para eso es necesario que puedan utilizar los transportes públicos.

Y así lo ha entendido una ciudadana de Barcelona que lo solicita a través de la plataforma online change.org impulsando una petición para que las mascotas puedan utilizar el transporte público en la ciudad condal. Se entiende que los animales han de viajaran  acompañados de sus dueños, ya que no me imagino a un perro o gato utilizando el bono bus.

Pero como ya he mencionado en otras ocasiones, el concepto de mascota es muy amplio como ya sabéis todos, y por definición de la Real Academia Española (RAE) una mascota es un animal de compañía. Por eso yo aún estoy intentando dilucidar si las cucarachas que tengo en la cocina son mascotas o simplemente unas okupas que se me están comiendo las reservas de la despensa.

Sean lo que sean, a mi me gustan todos los animales y siempre he tenido en casa una mascota, y aunque esta petición al ayuntamiento de Barcelona es nueva, llevo tiempo intentando colar las mías en los transportes urbanos. Una vez tuve una cabra, le puse una correa y un bozal y me la llevé a coger el bus para pasearla por Plaza Cataluña. A la que el conductor me vio con intención de subir enseguida me dijo:

-Perdone caballero, pero aquí no puede usted subir con esa cabra

-Disculpe usted señor autobusero, pero no es una cabra. Es un perro

-Ya… ¿Y los cuernos?

-No quiero hablar de ello. A usted no le importa la vida privada de mi perro.

No lo convencí y al final tuve que vender mi cabra a la legión. Creo que ahora es teniente coronel.

Más tarde tuve suerte y con el sorteo de una caja de leche me tocó una vaca. Tener una vaca en un piso no es un problema en un principio para mi, pero si para los vecinos de abajo…y todas las mañanas tengo leche fresca. Le enseñé hacer sus “cositas” en una caja como a los gatos y aprendió rápido. Aunque claro, el culo de una vaca no caga como el culo de un gato y ésta se me desbordaba por los lados, por lo que tuve que contratar un contenedor. Un fastidio oigan, porque cuando Margarita (así se llamaba) decía “allá que voy” olía toda la escalera. Con Margarita sí que podía coger el tren, incluso algunas personas le cedían el asiento para que se sentara. Según se mire es como una señora muy gorda pero que además da leche.

Con mucha pena para mi me tuve que desprender de Margarita y la tuve que vender a Milka, los cuales la pintaron de morado y la hicieron estrella de televisión. No es la primera vaca que triunfa en televisión…

La añoré mucho. Los churros sin su leche ya no eran lo mismo. Por fortuna encontré en la calle un buitre calvo y enseguida le cogí cariño. Primero porque me recuerda mucho a mí, y segundo que han pasado tantos buitres por mi vida que me han dejado huella, que ya era hora de que poseyera uno. Le he llamado Cachuli, es muy cariñoso y no hace falta que le ponga la comida, él ya se busca la vida rebuscando en el cubo de la basura. He puesto en la puerta de mi casa un rótulo que pone “Cuidado con el buitre, muerde” y me hace guardia en la puerta. Por lo pronto ya han dejado de venir los comerciales que ofrecen supuestas rebajas en los recibos de la luz y el gas, y los testigos de Jehová.

Al contrario que Margarita, con mi buitre sí que tuve problemas en los transportes públicos. Un día un señor muy, muy mayor me llamó la atención porque Cachuli le estaba molestando. Le dije que le ignorara, que solo estaba jugando. “Sí bueno, para usted estará jugando, pero ya se me ha comido la oreja izquierda y lleva rato intentando sacarme el ojo” me responde.

Ya ven ustedes, la gente es de un intolerante que da asco.

Doné a mi buitre a una residencia de ancianos para que lo adoptaran como mascota. Sé que los abuelos están encantados y Cachuli también. No le faltará comida.

Lo mío empieza a parecer mala suerte. Yo soy muy obstinado y necesito tener algún tipo de compañía animal, por lo que fui a un terrario a buscar una mascota exótica, pero también más común. Suponiendo que sea común una anaconda de ocho metros, claro. La he llamado Ana y también es muy cariñosa y te da unos abrazos de miedo. Quizás demasiado cariñosa, porque ya me ha abrazado a tres vecinos… ni las exprimidoras de limones sacan tanto jugo como lo hace Ana.

La vecina del cuarto se me ha quejado porque su marido antes pesaba ciento veinte kilos, y desde que mi mascota lo saludó,  sale a la calle con su marido atado a una  cuerda como las cometas para que no se lo lleve el aire. En cuanto a coger el metro con ella ni de coña. Se pasa el trayecto restregándose entre la gente y ya me he llevado más de una hostia de algunas chicas porque se piensan que soy yo el que las toquetea.

Pero me rindo. Paso de tener más problemas con animales de dos, cuatro o más patas. Me he comprado en los chinos un gato de yeso y lo he puesto en el recibidor.

Ya lo sé… cariñoso no es, pero a día de hoy no se ha quejado ningún vecino.

 

Autor: Miguel Soria López

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