Está al caer

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Gracias a la tecnología, cada día disfrutamos de más comodidades ¿verdad? Gozamos de televisión por cable, de smartphones de alta gama que menos calentar la leche –- todo se andará- pueden hacer de todo y para que no nos perdamos por esos caminos de dios, también de receptores de GPS ¿Y qué tienen en común estos dispositivos? Pues que entre otras cosas, precisan de satélites que envían señales para que funcionen.

Admito que me parece increíble que un aparato que está a casi 36.000 km de altura, me pueda decir con un pequeño margen de error de pocos metros, hacia donde tengo que girar para ir a un determinado lugar, pero también me da repelús que ese mismo aparato me caiga en la cabeza. Quien dice ese, dice cualquier otra cosa  que flota sobre nuestras cabezas, ya que según leo y para espanto mío hay cerca de 29.000 cacharros allí arriba que hemos puesto nosotros, de los cuales solo están operativos un 7% y el resto son aparatos no operativos, fragmentos de los mismos y otras cacharrerías. Vamos, que es basura espacial. Las estrellas de cine fracasadas no se consideran como tales ¿eh? ¡Así evitamos malentendidos!

Entiendo que las distintas potencias envían satélites militares, de espionaje, de contraespionaje, de investigación, de contra investigación y de contraespiogación pero… ¿hacían falta tantos? Porque mira que sería el colmo de la ironía que saliera a la calle a bajar la basura y en ese momento me cayera en la cabeza un trozo de Sputnik o una placa solar del Hispasat. Los distintos gobiernos dicen que no hay problemas de que se caigan (también decían que no llegaría la tasa de desempleo a los cinco millones y mira…) porque unos se mantienen en una órbita geoestacionaria que impide que se caigan y la gravedad que blablablá…detalles físicos aparte, no me convencen. Mi estado de ansiedad ha llegado a unos límites, que me da miedo salir a la calle. De hecho me estoy planteando cambiar el coche por un tanque. Son más seguros.

Mucho pedir a la gente de la calle más urbanidad, que no tiremos papelitos, que recojamos las caquitas de nuestros perros, y resulta que la mierda no está abajo, sino  arriba. Pero parece que esto va a cambiar, ya que la agencia espacial europea (conocida despectivamente como “Esa”) propone crear una especie de basureros espaciales que se encargarían de recoger los diferentes aparatos que flotan, pero no ha dicho como lo harán. Y la verdad es que me gustaría saberlo, porque no conozco ningún camión de la basura que alcance los 25.000 km/h de media que dicen que alcanzan esos objetos.

Pero bueno, vamos a suponer que sí, que hay un cohete que los recoge y tal ¿Y luego? ¿Los traen de vuelta a la tierra? Lo suyo sería que se reciclaran, ya saben los plásticos al planeta amarillo, los vidrios a planeta verde, la fase orgánica al planeta marrón la basura normal  a Júpiter (que para eso es el más grande) y espero que haya poco papel y cartón, ya que eso nos toca a nosotros: al planeta azul. Aquí o reciclamos todos o ninguno ¡que narices!

Como sé que en la práctica esto no va a resultar tan sencillo, propongo desde aquí coger a los principales cancilleres políticos mundiales, esos mismos que están tomando esas decisiones que nos tienen tan contentos a todos, meterlos en una nave y enviarlos allá arriba una temporada para que estudien in situ la manera de solucionar eso.

Pero que se tomen su tiempo, no tengan prisa en volver, nos podemos apañar solos. Al fin y al cabo, estamos hablando de sacar la basura fuera…

 

Redacción: Miguel Soria López

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