Ese cotilla que llevamos dentro

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Ya están aquí. Ya han vuelto. Telecinco ha puesto en marcha la nueva edición de Gran Hermano 14 para deleite de sus incondicionales. Que deben se muchos, porque aunque no conozco a nadie que me diga abiertamente que ve ese programa los datos de audiencia arrojan cifras de escándalo, todo lo contrario que los documentales de la 2, a pesar de que todo el mundo dice que lo ve.

Gran Hermano 1 empezó un 23 de Marzo de 2010 y parece que fue ayer ¿verdad? Lo llamaron experimento sociológico sobre el comportamiento humano y yo me lo tragué porque era novedoso, diferente, atrevido y porque quería enterarme quien era el que le ponía la pierna encima a Jorge Berrocal. Después de trece ediciones –con la catorce en marcha- y casi doscientos cuarenta concursantes sigo sin saber exactamente que pretende demostrar este concurso.

 

No digo que no hayan escogido a las personas adecuadas, porque por el plató han pasado gente de oscura condición o con curiosas circunstancias personales como chicas que ejercieron la prostitución, modelos, vividores, curas, religiosos, gente con discapacidad física y visual, un transexual que antes era mujer, un transexual que antes era hombre, homosexuales, racistas, pacifistas, machistas, feministas, inconformistas e incluso, calvos. Lo que me falta por ver es que metan a un político y a un banquero, pero dudo mucho que la dirección del programa lo haga nunca por dos sencillas razones: el primero porque sería el ganador ya que pasaría sobres con sobresueldos para comprar votos, y el segundo porque encontraría algún resquicio legal para embargarles la casa de Guadalix de la Sierra.

No sé si esta edición durará cuatro meses o seis años, pero que los televidentes van a sufrir un empacho de “hermanitis” de aúpa. Entre sus resúmenes casi diarios, que los expulsados se los van pasando de un programa a otro en esa cadena, los comentarios oportunistas de los colaboradores de Sálvame sobre los concursantes, las galas, los especiales y la madre que los parió a todos juntos se hablara de Gran Hermano hasta en la noticias de Telecinco. Todo esto me lleva a plantearme una cosa ¿Cuál es el secreto de su éxito? ¿El carisma de sus presentadores? ¿Las cualidades de sus participantes? ¿Qué las chicas salen posando después en el Interviú? ¿O que los espectadores somos unos cotillas?

Yo me decanto por esta última opción, somos unos chafarderos ¿Qué es lo más habitual en todas las ediciones? Las broncas y las peleas ¿no? ¡Pues ahí está! Esa es la clave. Pensaran que estoy exagerando. Ya ya, exagerando…por eso cuando hay un accidente en la carretera todos aminoramos la marcha para ver que ha pasado, o estamos tranquilamente en casita viendo la televisión y oímos un escándalo en la calle ¿Qué hacemos? salimos al balcón a mirar. O si escuchamos ruidos en el rellano de la escalera ponemos el ojo en la mirilla a espiar.

Hemos cambiado a las viejas de los pueblos que se ponían a cuchichear sentadas delante de la puerta de su casa por la televisión, sólo que en vez de llevar un chal de ganchillo y un pañuelo en la cabeza como ellas, llevamos un pijama estampado y zapatillas con forma de hipopótamo. Dadas las circunstancias va a sonar a excusa barata, pero ya digo que no me gusta el Gran Hermano. No me gusta ver como dos chicas se tiran de los pelos –a no ser que estén metidas en barro- o como se insultan o critican cosas a las espaldas que podrían hacer sangran hasta los oídos más templados. Con respecto a  criticar a espaldas de otros ya tengo el curro para eso. Que por cierto… se me da bastante bien.

La verdad es que televisión veo poca, soy más de ordenador y he quemado pestañas  jugando al Call of Duty, pero por lo general pillo unos rebotes porque acostumbro a perder muchas partidas contra otros chavales, y se me llena la boca de improperios y otras lindezas que le suelto a la pantalla.

Al menos, mis miserias no las hago públicas.

 

Autor: Miguel Soria López

 

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