Amor animal

Cuando hablamos de amor por los animales, entendemos que se trata de una persona que le gusta disfrutarlos y respetarlos, pero parece que decir en Alemania que te gustan los […]
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Cuando hablamos de amor por los animales, entendemos que se trata de una persona que le gusta disfrutarlos y respetarlos, pero parece que decir en Alemania que te gustan los animales puede ser peligroso, ya que una reforma de Ley sobre protección de éstos, trata de prohibir y penalizar a aquellas personas que tengan relaciones sexuales con animales de cualquier especie. Pero esto no acaba aquí, porque desde sectores más conservadores quieren ir un paso más allá, y esperan poder criminalizar a otras especies como el mono araña, el oso hormiguero y a Bella de Walt Disney por casarse con la Bestia. Tarzán o el hombre mono se libra porque ya hace años que falleció el pobre y no tiene efectos retroactivos la Ley.

Y aunque es una práctica a toda luz repugnante, sabemos de hombres que ante la soledad del campo se han beneficiado a alguna oveja, o señoras que con un bote de nata y un Yorkshire voluntarioso pasan la tarde. Eso para quien tenga animales en casa, que otros se tienen que conforman con pasear por el zoológico o ponerse cachondo viendo los documentales de la 2.

¿Pero por qué alguien escogería tener relaciones con un animal, antes que otra persona?

Pues no lo sé la verdad, ya que los animales me gustan pero no tanto como para llegar a ese punto, pero imagino que a una perra no le va a doler nunca la cabeza, ni le tienes que pedir que se ponga a cuatro patas para practicar el coito. Y tiene más peligro, porque si una mujer se mosquea se gira y da un grito, pero una perra si se gira lo que soltará será un bocado… y el tipo está desnudo y lo que tiene el animal más cerca por altura es aquello que le está causando dolor.

Pero para llegar a eso antes hay que cortejarla. Ahí es donde tienen ventajas los pervertidos porque a una mujer hay que seducirla desplegando  todo el atractivo posible, hablarle mucho, caerle simpático, invitarle a unas copas -cuantas más mejor- y llevarla a una habitación para consumar el cortejo. A una perra simplemente hay que olerle el culo y ya está. Aquí te pillo y aquí te mato. Hombre, a una mujer también se le puede oler el culo pero es más que probable que no funcione, y que de la hostia que suelte deje al sujeto con más dientes en la mano que en la boca.

Si al tipo le gusta el riesgo debería dejar de lado la raza canina y pasarse a la felina, ya que las hembras pueden ser insaciables cuando entran en celo. Pero que escoja con cuidado, porque si se lo monta con una leona, le va a dejar la autoestima por los suelos. Me estoy imaginando al hombre en un momento tan íntimo con la leona:

-¡Toma lo tuyo, toma lo tuyo…que casi, que ya, que yaaaa!

– ¿Cómo que ya? ¿Qué ya queeee?… ¿no te lo querías montar conmigo desgraciado? ¡Pues sigue al lío que sólo llevas cuatro!

-Pero… pero cariño, que ya no puedo más, ¡que estoy agotado!

-No seas nenaza, que Leoncio me echa 50 cada día ¡Y espabilando eh, que sino, la cena vas a ser tu!

No me extraña que el león se pase el día tumbado y cace la leona ¡Eso es un trabajo duro y lo demás son tonterías!

Pero por muy reprobable que sea esta demostración excesiva de afecto hacia los animales, se puede considerar una parafilia muy extendida. No sólo en la red, también se comercializan videos pornográficos de este género.

Y aunque se prohíba y no puedan tocar a ningún animal, siempre habrá personas cuyo comportamiento sexual será como éstos. Se la machacarán igual que los monos.

 

Autor: Miguel Soria López

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