El verdadero Miguel Ángel

El otro día vi un documental que me pareció sumamente interesante. Se titulaba “El verdadero Miguel Ángel” y hablaba de los aspectos ocultos de la vida del artista. Detalles que […]
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Miguel Ángel

El otro día vi un documental que me pareció sumamente interesante. Se titulaba “El verdadero Miguel Ángel” y hablaba de los aspectos ocultos de la vida del artista. Detalles que en ninguna de sus biografías y ni tan siquiera en la que él mismo dictó, se recogen.

El investigador Antonio Forcellino fue el encargado de restaurar en el año 1999 la escultura de “El Moisés”, perteneciente a la tumba del papa Julio II. La obra más ambiciosa en la que trabajó Miguel Ángel y la que más años de su vida le ocupó, unos cuarenta. El papa se convirtió en el principal mecenas del artista y, pese a encargarle inicialmente su tumba como proyecto principal, le estuvo distrayendo durante años con distintos encargos, entre ellos, las pinturas de la bóveda dela Capilla Sixtina, que realizó a solas durante un lustro. Forcellino, experto en la obra de Miguel Ángel; no tardó en darse cuenta, durante la restauración del Moisés, de que la obra contenía ciertas imperfecciones y contradicciones que parecían haber sido realizadas de manera deliberada por el artista.

Moisés

 

En primer lugar, la barba,esculpida con la precisión y el realismo propios del autor, era totalmente asimétrica. Es decir, por un lado estaba perfecta, con todos los mechones y trazos tan marcados y profundos que, incluso se hacía difícil restaurarlos. Y por el otro, estaba prácticamente plana. En segundo lugar, la postura antinatural de Moisés. Mientras que las piernas y el tronco se dirigen hacia un lado, la cabeza mira en posición contraria. Las investigaciones de Forcellino, revelaron que Miguel Ángel había decidido cambiar la posición de la cabeza en un último momento, cuando la escultura ya estaba acabada. En tercer lugar, las dos esculturas que acompañan a Moisés: dos mujeres que, segúnla Iglesia, representaban La Vida Contemplativa y La Vida Activa. La primera, defendía el valor de la fe y, la segunda, el valor de participar en labores de caridad. Pues bien, en el caso de la figura dela Vida Activa, se decía en todas las biografías de Miguel Ángel, que portaba en su mano izquierda un  ramo de flores y en la derecha, un espejo. Sin embargo, Forcellino pudo comprobar que los objetos que portaba la figura eran, claramente, una corona de laurel en la mano izquierda y una antorcha en la derecha.

 

Y, por último, y muy importante: la figura del papa Julio II, situada en la parte de arriba de la tumba. Miguel Ángel se desentendió de ésta parte de la obra, afirmando que pagó a unos aprendices para que le ayudasen. Pero Forcellino se dio cuenta de que la escultura central, la de Julio II, era claramente obra del artista. La barba y las facciones tan realistas eran, inequívocamente, de Miguel Ángel. Lo que llama la atención de esta escultura es la postura en que el artista muestra al papa. Normalmente, los papas se representaban muertos y tendidos o en posición de general triunfante. No es el caso de Julio II, al cual Miguel Ángel plasmó recostado de lado, en una postura sumisa y, para mi gusto, algo ridícula.

Mausoleo de Julio II

Tras todas estas evidencias e incógnitas, Antonio Forcellino, se lanzó a investigar la vida y obra del pintor, escultor y arquitecto. Siendo su objetivo descubrir el verdadero significado de sus obras. Para ello, pasó de largo de las biografías oficiales y comenzó a buscar en las cartas personales de Miguel Ángel y en sus contratos con Julio II.

Pronto descubrió la relación de Miguel Ángel con varios miembros del movimiento de los “Espiritualli”, afines a los pensamientos reformistas del protestante Martín Lutero. El artista mantenía una estrecha amistad con uno de sus miembros: Victoria Colona. Esta mujer era poeta y venía de familia acomodada. En sus cartas, ambos hablaban de poesía, arte y religión. Mostrando sus pensamientos más íntimos, más afines al protestantismo que al catolicismo.
 
Los Espiritualli defendían quela Iglesia debía someterse a una profunda reforma pero siempre desde de dentro, para evitar segregaciones. En realidad, eran católicos fervientes, pero estaban en contra del egocentrismo que manifestaban los altos cargos eclesiásticos: pensaban que el hecho de pagar por levantar obras religiosas, por misas, etc., no te hacía merecedor de la salvación de Cristo. Sólo el acto de fe llevaba al paraíso.

La vida activa - Tumba de Julio II

El pilar de su ideología se apoyaba en la frase de Lutero: “La gracia divina no puede comprarse”.

 

Miguel Ángel mantuvo durante años relación con Victoria y con los demás miembros de los Espiritualli a través de cartas, reuniones secretas y dibujos que expresaban sus verdaderas creencias a espaldas del trabajo que hacía para la Santa Sede. En estos dibujos, se reflejaba el pensamiento protestante a la perfección: se centraban en el trato directo de Jesucristo y los demás Santos con el hombre. Ningún representante de la Iglesia aparecía en ellos.

El papa Julio II murió en 1513 sin ver terminada su tumba y, pese a tener muchos encargos, Miguel Ángel tuvo que acelerar su trabajo por las presiones de la familia de éste, ya que lo acusaban de incumplimiento de contrato al aceptar otros trabajos sin haber terminado éste.

Más tarde, bajo la protección del nuevo papa Pablo III, terminó en 1541 la pintura de El Juicio Final, para la Capilla Sixtina. Por aquel entonces, en el seno de la Iglesia había un clima de crispación, de intranquilidad ante las cada vez más populares ideas protestantes. El conservador Carafa, firme perseguidor de la herejía, consiguió convencer a Pablo III de que reinstaurara la Inquisición. Así pues, pese a que el papa protegía a Miguel Ángel y a un destacado obispo llamado Paul (miembro junto a Victoria Colona y Hercole Gonçaga de los Espiritualli) Carafa tuvo carta blanca para comenzar sus investigaciones e intentar destapar los secretos de quienes sospechaba de herejía. 

Escultura de Julio II

Miguel Ángel sufrió en esta época las duras críticas de Carafa sobre su Juicio Final. Según el cual, eran pinturas inmorales e indignas de estar en la casa de Dios por representar a los hombres desnudos.

Pablo III apoyó a un Miguel Ángel desolado dándole otro encargo, uno de los más importantes: La capilla Paulina. Capilla privada del papa, en la que el artista realizó pinturas similares a las del Juicio Final, representando a los ángeles desnudos.

Al mismo tiempo, Gonçaga, Colona y Paul editaron un libro de manera anónima que, a modo de manifiesto, reflejaba sus pensamientos reformistas en los que su principal doctrina era “El que crea en mí, será a salvo”. Sacado de un texto de Jesucristo dirigiéndose a San Pablo. Según los Espiritualli, Dios se relacionaba directamente con los hombres, no a través de clérigos. Además, afirmaban que el cumplimiento de los sacramentos no aseguraba la salvación. Se hizo una reunión secreta sobre el manifiesto, sobre la que se demostró a través de las cartas, a la que Miguel Ángel asistió. La edición del volumen coincidió con la culminación de la obra que más años de su vida ocupó: La tumba de Julio II, en 1542. Y aquí Forcellino encontró las claves para descifrar lo que realmente quiso mostrar el artista. El manifiesto se distribuyó por toda Roma y enseguida fue tachado de hereje por Carafa, que mandó interceptar todos los ejemplares y perseguir a sus editores. Éste, claramente, sospechaba de Colona, Gonçaga y Paul y, por ello, los mandó buscar para interrogarlos. Pero una vez más la protección de Pablo III sobre ellos impidió un juicio.

Bóveda de la Capilla Sixtina

Más tarde, cuando el papa murió en 1549 dejó precisamente recomendado para sucederle en el cargo al miembro más ilustre de los Espiritualli (en secreto): Paula. Sin embargo, Carafa cosechó un voto más y fue nombrado nuevo papa. Viéndose solo y sabiendo su destino, Paul huyó a Inglaterra para refugiarse en los protestantes, mientras Carafa intentó extraditarlo en varias ocasiones para juzgarlo por herejía, sin éxito. Victoria Colona, había muerto en extrañas circunstancias unos años antes. Carafa instauró un reino del terror, juzgando y asesinando a multitud de predicadores con discursos “sospechosos”. Y se convirtió en el principal azote de Miguel Ángel, que vivió sus últimos años de vida intimidado.

Escultura de la tumba de Miguel Ángel

 Carafa amenazó con destruir sus pinturas de la Capilla Sixtina, incluso llegó a hacer que se pintaran ropas en las figuras representadas en la obra. Aún así, Miguel Ángel siguió inmerso en sus proyectos arquitectónicos, entre ellos, la finalización de la Basílica de San Pedro. 

Miguel Ángel se encargó de intentar tapar el significado de sus obras cuando, al dictar su autobiografía, dio detalles falsos de su simbolismo para no resultar perseguido por la Inquisición. Además, en los últimos días de su vida, quemó todos sus escritos y sus dibujos secretos.

Forcellino, una vez descubrió todos los detalles ocultos de la vida del artista, pudo atribuir los significados correctos a sus obras, aquéllos que el mismo autor se encargó de disfrazar para conservar su vida.

En el caso del Moisés: la posición de la cabeza, de manera original, debía de mirar hacia el altar de la Iglesia.El artista lo cambió de ángulo en el último momento para que Moisés mirase hacia la parte de la que provenía la luz. Pues según sus creencias, Jesucristo estaba en la calle, no en un altar recargado de oro. La figura de la Vida Activa portaba una antorcha que significaba la búsqueda de la luz y la fe, al contrario de lo que él mismo dijo en su autobiografía: el espejo y el ramo de flores, que eran símbolos de prudencia y contención. La misma que él tuvo.

La escultura de Julio II: como para Miguel Ángel el verdadero símbolo del catolicismo era Jesucristo, no estaba de acuerdo con esculpir una figura papal o de cualquiera que representase a la institución. Por ello, lo materializó en posición sumisa y relajada a merced de Dios y Jesucristo, los verdaderos merecedores de un retrato triunfal y regio.

También podemos citar las pinturas de El Juicio Final: el detalle que más molestó a Carafa no fue la desnudez; en realidad, se sintió ofendido por no encontrar a ningún obispo, papa o cualquier representante dela Iglesia en ellas. Jesucristo, se comunicaba directamente con los hombres.

Miguel Ángel realizó una última escultura, esta vez para su propia tumba. Y en ella se retrata como Nicodemo, el hombre que fue a ver a Jesucristo crucificado de noche, porque no tuvo valor para ir durante el día. Así plasmó el artista su frustración y tristeza a su muerte: no había podido manifestar libremente su verdadera fe.

Murió el 18 de febrero de 1564 en su cama y su cuerpo fue trasladado a su ciudad natal, Florencia, donde una multitud de personas le acompañó en su entierro, dando muestra de la ferviente admiración universal que se tenía por el llamado “Artista Divino”.


El verdadero Miguel Ángel por muchosdocumentales

 

Redacción: Lydia Alfaro

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