He de confesar que tenía muchísimas ganas de disfrutar de este libro. Ya había leído algún relato suelto del autor, Tony Jiménez, pero lo que realmente me empujó a devorar este título fue haber tenido el placer de sumergirme con anterioridad en Cinco Tumbas sin lápida, su primera novela. Necesitaba otro montón de páginas surgidas de su pluma, así de sencillo. Por eso, cuando se me ofreció la posibilidad de reseñarlo, acepté encantado. Recibí el libro y me puse a leerlo aquella misma tarde. Sin embargo, cosa curiosa, a pesar de haberlo terminado en apenas una semana, no lo he reseñado hasta dos meses después, mea culpa.
No obstante, ese lapso de tiempo me ha servido para darme cuenta de una cosa. Es un libro bien escrito, trabajado con ganas, con una historia que nos lleva de una página a otra absorbiéndonos, dejándonos sin respiro y queriendo más y más aventuras. He leído libros de autores archiconocidos, bestsellers de estos que uno se encuentra a la venta hasta en las panaderías y clásicos, bastantes clásicos. Sin embargo, no son demasiados los que han conseguido lo que Tony alcanza con esta obra, que dos meses después uno recuerde pasajes casi enteros, momentos de la trama, nombres de personajes e incluso alguna que otra escena. Es capaz de dejar un poso a la vez que genera entretenimiento y diversión a raudales, y eso no es sino una genialidad del autor.
Dice éste en los agradecimientos (si no era ahí debió ser en alguna entrevista) que es un orgullo que Tyrannosaurus Books haya confiado en él para iniciar esta línea editorial, Monsters Unleashed. Bien, me parece que más que un motivo de orgullo para él, es una putada en toda regla para el resto de autores que le sigan. Chicos, lo tenéis muy difícil, el listón está a una altura considerable.
Pero hablemos ahora del libro. Partimos, en primer lugar, de una estructura de capítulos y subcapítulos perfectamente definida, correcta y útil a la hora de poner el marcapáginas cuando el sueño nos venza. El problema deriva en que lo trepidante de la historia impide esto último. Un ritmo que va incrementándose poco a poco, presentándonos a los personajes y dejando caer gota a gota la trama. El tiempo está tratado con maestría, pues el acelerón final no se debe a que el autor se haya dormido y necesite acabar como sea, no, sino que la historia requiere un final espectacular y, por suerte, tenemos el privilegio de poder leerlo.
En cuanto a los personajes, encontramos varias categorías. Unos malos de cuidado, de esos que odias pero sin los que la historia no tendría sentido, seres como Drácula y La Momia. Aquí, son los enemigos de Parker y Kramer, periodista e investigadora respectivamente, dispuestos a darlo todo por desenmascarar el peor rostro que pueda tener el crimen organizado. A ellos, se suman un buen montón de secundarios, partícipes en uno u otro bando, que no hacen sino enriquecer la historia, sosteniendo el hilo conductor de todo lo acontecido en la novela. En ellos reconoceremos a algún que otro mafioso, además de un personaje del que hablaré después.
La historia, transcurrida durante la época de la Ley Seca en la ciudad de Chicago, aparece perfectamente documentada. Casi podemos acariciar el áspero género los trajes marrones o grisáceos de los mafiosos, oír el tableteo funesto de sus ametralladoras y olfatear sus malolientes pitillos, aparte de saborear un buen vaso de whiskey, valioso líquido encargado de regar las aventuras y generar las más potentes resacas de nuestros protagonistas. Toda una ambientación estelar, ¿al estilo del cine negro de hace décadas? Puede ser, sin duda.
Me gustaría comentar ahora un aspecto del libro, o más bien del autor, que a mí, particularmente, me encanta. Él los llama huevos de pascua. Muchos los conocemos como guiños. Me da igual el nombre. Simplemente se trata de una delicia el encontrarte con ellos. Cigarrillos Salem´s Light, un barco llamado Abraham, un gato que se escribe con J y bastante aficionado al whiskey o un hotel llamado Hammer. ¿Los monstruos vuelven a casa, verdad Tony? Y el mejor de todos los huevos de pascua, un pistolero llamado Roland. Haber utilizado ese nombre y esa habilidad con el revólver en otra historia totalmente diferente a LTO y haberlo hecho con respeto e ilusión, ha conseguido que los seguidores de uno y otro autor disfrutemos como niños. Hacía meses que había terminado la saga de LTO y ya pensaba en releerla para reencontrarme con Roland. Haberlo tenido aquí ha sido un enorme placer, gracias Tony.
Terminaré la reseña poniendo una única pega al libro. Su diseño y maquetación (un trabajo espectacular de Tyrannosaurus Books, por cierto) no son aptos para comer palomitas mientras se lee, a pesar de que la historia lo requiera. Señores, aquí se ha creado un género: literatura palomitera.
Una reseña de Jose Antonio García Santos
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