Este año es el centenario de la I Guerra Mundial, y el mundo editorial ha querido conmemorarlo como mejor sabe: editando una serie de libro sobre la misma. A lo largo del año iremos publicando varios artículos. Pero queremos traeros los dos primeros artículos esta semana del libro, para que tengáis más donde elegir.
Este primer artículo lo dedicamos a las cinco ediciones que ha publicado Alianza Editorial. Ha sido un gran despliegue y esfuerzo sacar estos títulos para todos los gustos.
Tenemos por ejemplo Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Vicente Blasco Ibáñez, en una reedición con el sello del centenario. Ya sabemos que Blasco Ibáñez imprimía una fuerza especial a sus personajes, con un estilo único de prosa. Puede que sea el libro indicado para comenzar a adentrarnos en las lecturas de este centenario a través de las dos familias (los Desnoyers y los Hartrott) enfrentados en dos bandos distintos de la contienda. El ansia de vivir se desprende de sus páginas, aun teniendo un escenario de horror por toda Europa, que yace sin remedio rota y descompuesta a la espera de un milagro que calme los enfrentamientos. Una novela que nos acerca la forma de vivir la guerra en las familias, la crueldad descrita con belleza que nos asombra en cada párrafo. Expresa de forma magistral la desolación que la humanidad vive en este tipo de enfrentamientos globales. Los orígenes y el principio de una guerra que cambiará al mundo entero. Muerte, desesperación, enfermedad, hambre… descrito de tal forma que el lector no puede dejar su lectura, por muy dura que llegue a ser. Al fin y al cabo, ha sido la realidad de una época.
El segundo título es de Bénédicte des Mazery y su Vidas rotas, también reeditado expresamenta para el centenario. Lo duro de la guerra es la tragedia que viven los que la soportan en sus propias carnes, más aún quienes estaban en el frente de batalla, expuestos a una muerte segura, matando a otros a quienes ni siquiera conocían, viendo morir compañeros todos los días, a todas horas. La desmoralización que sufrían los familiares al recibir carta del frente era considerable, y los altos mandos sabían de sobra que si eso sucedía, las cosas no harían sino empeorar. Es por eso que envían a Louis, un soldado francés convaleciente de heridas de guerra, a revisar diariamente la correspondencia, para censurar las cartas que contuvieran cualquier signo de derrotismo, o en las que se hablara de las condiciones de vida en las trincheras. Las cartas reflejadas en el libro son totalmente verídicas. Son extractos de cartas reales que el servicio postal requisó durante esa época, algo que hace que su lectura sea aún más sobrecogedora. La barbarie experimentada por aquellos hombres que nada habían hecho para estar años sin ver a sus familias, viviendo en condiciones extremas, y viendo diariamente tal horror que quedarían marcados para el resto de sus vidas. Un libro que impresiona, del que quieres y no quieres seguir leyendo. La historia real siempre hay que conocerla, para no volver a caer en el mismo error.
Nuestra tercera recomendación es otra reedición, en este caso la de La Gran Guerra 1914-1918, de Marc Ferro. Este historiador francés narra una cruenta guerra, en la que no todo el mundo sabía muy bien por quién estaba matando ni por quién debía morir. No era una guerra para que durara demasiado en el tiempo, y sin embargo se alargó tanto que destruyó imperios enteros. Ferro nos relata, a partir de una exhaustiva documentación, las duras y despiadadas batallas que tuvieron lugar en esos años o la censura de correo de la que ya hemos hablado también en nuestra anterior recomendación. Muerte y desolación allá donde miraras. Destrucción no solamente de grandes imperios, sino de vidas que quedaban truncadas o maltrechas. Y comprobamos las consecuencias que tuvo esta gran guerra. Una de las más graves fue el surgimiento de los totalitarismos, del odio de Alemania como vencida y dolida en su orgullo por el resto de países. Una terrible consecuencia que generó en la segunda gran guerra que ha vivido la humanidad. La paz firmada en aquellas fechas no fue sino la mecha que se prendió para futuros enfrentamientos bélicos que no tardarían demasiado en llegar.
El cuarto libro editado por Alianza es la novedad La I Guerra Mundial, de Lieja a Versalles, de Ricardo Artola. Como buen divulgador, tenemos un libro que nos muestra el lado bélico y político de esta contienda. Armamento, cronología detallada e incluso una bibliografía que el propio autor nos comenta. Lo completan cuadros explicativos, mapas de los enclaves mismos de las batallas e imágenes que salpican cada capítulo. Nos habla de cómo se vivió la guerra en los distintos países, cómo fueron los enfrentamientos en el campo de batalla, llegando a esa paz que en realidad al pueblo no le supo a victoria. Y a ciertos países en concreto, menos aún. Un libro perfecto para hacer nuevas reflexiones sobre esta guerra que quedó a la sombra de la que se inició poco después. Churchill, Lawrence de Arabia o el Barón Rojo son mencionados como iconos de esta guerra. Pero Artola dedica un extenso apartado a diferentes biografías de militares y políticos para dar un repaso a los nombres más importantes que se dieron cita en esos años.
Por último tenemos Nidos de espías, de Eduardo González Calleja y Paul Aubert. En la vida es muy difícil ser neutral en deperminados momentos. Más aún si es un acontecimiento mundial como lo fue la 1ª Guerra Mundial. Y más aún si tenemos en cuenta que España era un enclave decisivo para muchos países. Nos quisimos mantener neutrales, pero de una forma o de otra, acabamos participando en la guerra. Utilizaron nuestro país como lugar de contienda, aunque no la misma que se vivió en el frente. En nuestro caso, hablamos de espionaje y contraespionaje, de propaganda para favorecer a unos o a otros, o incluso para esparcir rumores y mentiras que debilitaran a uno u otro bando. Para completar el texto, tenemos en la parte central del libro unas páginas con imágenes y fotografías que muestran a los protagonistas y ejemplos de propagando que se hacía para debilitar los ánimos enemigos. Queda sobradamente demostrado que la neutralidad en cuanto a acciones bélicas se refiere, no se consigue fácilmente.
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