CONSPIRANOIA, Rubén Serrano

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CONSPIRANOIA

 

Ha llegado el momento de que la verdad salga a la luz pública. Todo el mundo debe conocer la trágica verdad: ¡la Gran Conspiración se cierne sobre nuestras cabezas cual espada de Damocles! Los gobiernos, los organismos internacionales y hasta las organizaciones no gubernamentales conspiran contra nosotros, los simples e indefensos ciudadanos, que vivimos ajenos a esta realidad secreta, refugiados en nuestra sociedad consumista y en nuestra vida de trabajo y productividad —imprescindible para poder seguir consumiendo—, al tiempo que nos ahogamos en la constante monotonía del día a día, repleto de obligaciones, compromisos y deudas.

Los todopoderosos sin escrúpulos nos gobiernan y nos dirigen como a borregos, manteniéndonos ocupados. Trabajo, fútbol, sexo y televisión son ingredientes más que suficientes para llenar nuestras vacías vidas. Somos siervos esclavizados, plebe en manos de tiranos que controlan nuestros destinos.

Nos venden espejismos, sueños de felicidad y fantasías de una vida mejor construida a base de esfuerzo e hipotecas. Nos llenan la cabeza de ilusiones, haciéndonos aspirar a ciertos lujos: coches más grandes, electrodomésticos más modernos, cuerpos Danone… La publicidad nos envuelve y nos engatusa, persuadiéndonos e impulsándonos a un comportamiento favorable a los intereses del poder político-económico. Y por eso gastamos nuestro mísero sueldo en la lotería y las quinielas, con la vana esperanza de que nos toquen unos milloncejos y así poder comprar todo aquello que no necesitamos. Vana esperanza porque, en realidad, todos esos juegos y apuestas están amañados y no tocan a nadie. Es sólo una estratagema gubernamental para recaudar fondos, un montaje con actores pagados que fingen ser los agraciados cuando salen en televisión y unos pocos premios menores para disimular.

Todo eso es una tapadera que oculta sus verdaderas intenciones y oscuros manejos. Y saben bien cómo desviar nuestra atención. Ellos dominan los medios de comunicación. Controlan nuestro pensamiento.

No somos más que marionetas. Nos hemos convertido en simples títeres adictos al tabaco, al alcohol, al juego, al fútbol, al sexo o al trabajo. Da igual. Lo importante es ser adicto a algo. Así permanecemos ajenos a la realidad, domesticados como animales, mientras los poderosos nos arrebatan hasta la sangre.

Ellos lo dominan todo. Se introducen en nuestros hogares y espían nuestra intimidad. Tienen muchos medios para ello: las compañías telefónicas nos permiten comunicarnos a distancia y son también el Gran Hermano que, como en la novela de Orwell, nos escuchan y nos controlan a través de nuestros teléfonos móviles. Pero los Amos también nos ven, nos vigilan igual que en la película El show de Truman, a través de videocámaras ocultas en nuestros televisores, en el ascensor, en el autobús y hasta en la máquina expendedora de cigarrillos.

Y lo peor de todo es que no os dais cuenta de ello. Lleváis una venda en los ojos y no podéis ver. Aunque la culpa no es del todo vuestra. Son Ellos. Nos drogan con sustancias químicas que creemos inofensivas, como la Coca-Cola o incluso el agua que sale del grifo, aparentemente inocua, pero que lleva diversos componentes —cuyo leve sabor es tapado por el del cloro— que alteran nuestra percepción de la realidad.

El Gobierno, regido por oscuros intereses políticos, actúa con premeditación y alevosía en toda esta trama, urdida desde hace varias décadas, que nos acerca cada vez más a esa sociedad deshumanizada que describía Huxley en su novela Un mundo feliz.

Pero no sólo el Estado está detrás de todo esto. También las organizaciones no gubernamentales, los grupos religiosos, los militares, los jueces, los abogados, los médicos, las grandes corporaciones, las empresas petroleras, las tabacaleras, las compañías de seguros, los bancos… No podemos confiar en la buena voluntad del Gobierno, ni de los partidos de la oposición, ni de los sindicatos… Todos forman parte del mismo juego: los gobiernos son propiedad de las empresas.

El mundo es de los ricos y poderosos. A ellos pertenece el mañana, mientras que las capas populares de la sociedad estamos irremisiblemente condenadas.

Pensad por un momento en este ejemplo: ¿por qué seguimos usando los obsoletos motores de combustión interna en nuestros vehículos, cuando hay otros sistemas que emplean energías alternativas no contaminantes y mucho más baratas? ¿No tendrán algo que ver los intereses económicos de las grandes multinacionales petroquímicas?

¿Y qué decir de Internet? Creemos que es una herramienta que nos ayuda, cuando en realidad es otra forma de espiarnos, mientras sirve de puerta de acceso de los virus informáticos a nuestros equipos, que sólo podremos eliminar comprando antivirus a las todopoderosas empresas de software.

¿Y los médicos? ¿Creéis que están para ayudarnos? Os equivocáis. ¿No se os hace raro que en el siglo XXI, mientras que el hombre puede viajar por el espacio, los ordenadores resuelven las más complicadas operaciones en décimas de segundo y la clonación de seres vivos es ya una realidad, una simple gripe siga afectando a millones de personas cada año o las alergias sean cada vez más frecuentes y numerosas? ¿Cómo es posible? Es así porque beneficia a los laboratorios farmacéuticos. Ellos son quienes deciden el futuro de los ciudadanos en función de sus ingresos, siempre con la complicidad de los médicos, que atiborran a los pacientes de pastillas, muchas veces inútiles, a cambio de suculentas comisiones.

Es más: la vacuna contra la gripe se administra justo antes de las fechas navideñas porque, en realidad, se trata de una sustancia estimulante que potencia el consumismo compulsivo.

Nos drogan con fármacos que debilitan la capacidad creativa del individuo, la iniciativa o la simple actitud crítica, con el fin de que ignoremos los verdaderos males de nuestra sociedad.

Los científicos, igual que crean armas bacteriológicas, diseñan cada año nuevos virus para someternos. Sabed que el Sida es una creación de los científicos norteamericanos, cuya finalidad inicial era diezmar a los homosexuales y a la numerosa población de reclusos, cuyo mantenimiento salía excesivamente caro…

Sí, los poderosos se deshacen de nosotros cuando ya no les somos útiles. Y lo hacen rápida o lentamente, según convenga a sus intereses. Nadie está a salvo: edificios que se derrumban por sí solos, incendios misteriosos, vacas locas y gripe aviar cuya enfermedad se transmite a través de la cadena alimenticia, aguas contaminadas por residuos tóxicos o autobuses del Imserso que se salen de la carretera y en los que fallecen un montón de ancianitos, ahorrándole al Estado importantes cantidades de dinero en pensiones.

Y ni siquiera podemos ir a denunciarlo a la Policía, pues las fuerzas de seguridad del Estado están al servicio del poder, para controlar al pueblo, a sus súbditos, a sus… esclavos.

Nos hemos convertido en ganado. Confiamos nuestras vidas al sistema… Y algunas veces nos sacrifican como a ovejas. Ninguno de nosotros está a salvo. Controlan nuestras vidas desde la cuna hasta la tumba. Pronto incluso tendremos que morirnos donde diga la ley.

¡Abrid los ojos! Sé que es difícil que aceptéis lo que os digo. Os hacen creer en los horóscopos, el tarot, los fantasmas y los extraterrestres (los ovnis no son más que un montaje de los gobiernos para distraer la atención), pero os convencen de que no debéis escuchar a las personas que, como yo, conocemos la verdad. Nos llaman locos y conspiradores. Os hacen creer que somos unos paranoicos esquizofrénicos. Y lo consiguen, pues la realidad es tan áspera que nadie nos quiere escuchar. Un mundo ignorante, construido sobre pilares inquebrantables, es seguro. Pero ¿qué sucedería si esos pilares se derrumbasen? ¿Y si sus cimientos empezaran a temblar?

Sabed que no se trata de la paranoia de un loco. Las teorías conspiratorias surgen en todas partes del planeta, cada día más. ¿Acaso es coincidencia?

¡Despertad! Aceptad que vuestra visión del mundo está equivocada…

¡Cambiad!

 

* * *

 

Esta carta fue hallada en la habitación de un interno del Hospital Psiquiátrico de Madrid tras su insólita desaparición de uno de los pabellones con mayor vigilancia. A pesar de haber transcurrido un año desde el suceso, aún se desconoce el paradero del paciente desaparecido. El caso sigue abierto.

 

Autor: Rubén Serrano

Sobre Lydia Alfaro

Escritora, soñadora y eterna aprendiz. Puedes seguirme aquí: https://www.facebook.com/lydiaalfaroescritora