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Título: Pompeya (Pompeii)
Director: Paul W.S. Anderson
Guión: Janet Scott Batchler, Lee Batchler, Julian Fellowes, Michael Robert Johnson
Reparto: Kit Harington, Emily Browning, Jared Harris, Kiefer Sutherland, Carrie-Anne Moss, Jessica Lucas, Sasha Roiz, Currie Graham, Joe Pingue
Duración: 102 minutos
Año: 2014
País: EE.UU.
Música: Clinton Shorter
Fotografía: Glen MacPherson
Género: Aventuras, Drama
Productora: TriStar / FilmDistrict / Constantin Film / Don Carmody Productions
Distribuidora: eOne Films
Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador, contempla impotente cómo su verdadero amor, Casia (Emily Browning), la hermosa hija de un rico mercader, se ha prometido con un corrupto Senador romano (Kiefer Shuterland). Pero cuando el Monte Vesubio entra en erupción, Milo deberá luchar en una carrera contra el tiempo para salvar a su amada mientras la magnífica ciudad de Pompeya se derrumba a su alrededor.
En la película se mezclan varias tramas sin éxito, la fundamental es la de un esclavo londinense apodado el celta (Kit Harington), que gracias a sus buenas artes en la lucha es trasladado a la ciudad de Pompeya para el espectáculo de gladiadores. En ello conoce a la hija de los gobernadores de la ciudad, (Emily Browning) una dama fina pero con principios propios.
Por otro lado, de forma antagonista, uno de los senadores de Roma (Kiefer Sutherland) viajara a Pompeya para cerrar asuntos económicos con la familia de la dama. Todo esto dará forma al nudo de la película y conformara el grueso de la misma, haciendo que se convierta en una lucha de poderes entre la clase baja y la alta, por el amor y la libertad, que se verá potenciada en el momento que surja la catástrofe con el volcán Vesubio.
Lo cierto es que dentro de la película, podríamos distinguir dos partes totalmente separadas. Explicándolo, lo cierto es que no hay una buena mezcla entre el argumento y la calidad de la imagen final, por lo que podríamos distinguir por un lado la historia y por el otro el tratamiento que se le da a la catástrofe.
Empezando por la primera de ellas, la historia resulta cuanto menos inverosímil. Si bien es cierto que hasta cierto punto está basado en hechos reales del Imperio Romano y que sus personajes existirían en la historia, lo más pecaminoso de la misma es poder atribuir algún tipo de verdad a la de sus personajes principales, la historia de amor.
Los personajes, que en esta historia de amor son representados desde su aparición número uno de una manera irreal y poco creíble, se acentúa por desgracia en actuaciones por parte de los mismos totalmente anodinas y sin ningún sentido. Uno de estos errores es pretender atribuir méritos de personalidad imposibles para la época, como el libre albedrío de la hija de los gobernadores sobre cualquier cosa que ella pretenda o que lleve una vida más parecida a una mujer del siglo XXI que del siglo I.
Por otra parte lo mismo le ocurre al protagonista, del que no es bien explicado cómo consigue sus méritos como luchador profesional o el don que se le otorga en cierto modo de la lucha, cuando es capturado como esclavo siendo un niño muy pequeño.
En otros términos más estilísticos, la película en sí peca en demasiadas ocasiones del uso de planos medios muy cerrados, que bien son muy apreciables cuando realmente tienen algo que contar pero no con actores inexpresivos, que muestran una y otra vez las mismas emociones y de hecho muy lineales a lo largo de toda la película.
Por el contrario, dentro de este apartado si podríamos destacar la intervención del Senador romano, (Kiefer Shuterland) que si bien al lado de los demás personajes podría parecer demasiado teatral, nos muestra el buen hacer de actores de método y sobre todo la importancia de dotar de un carácter realmente interesante y apropiado a un personaje, y no solo porque represente al “malo” de la obra sino porque es lo que se espera tanto en él como en los demás.
No obstante, no todo es negativo en la película y consigue hacernos disfrutar de sus virtudes más o menos a la mitad de la misma, cuando el hecho de que algo sucede en la tierra es evidente y el volcán comienza su batalla contra la ciudad.
Como suele ocurrir en este tipo de producciones, la ambientación es exquisita y rica en detalles, destacables todos los ámbitos artísticos de la misma desde el principio hasta el final. Destaca desde el arte de la misma a la música, bella y emocionante.
Y por supuesto, llegó la “gran batalla” que es realmente lo importante dentro de la historia, la erupción del volcán, con terremotos, sacudidas, derrumbamiento de edificios, puertos, logran alejar todo lo visto anteriormente para dar un tremendo y realista impacto al espectador; en este ámbito lo cierto es que no decepciona, y el uso de técnicas de 3D hacen un juego de destrucción que resulta incluso bello por su realismo y buen hacer.
En este aspecto es incluso precioso poder hasta sentir la ceniza cerniéndose sobre los protagonistas poco a poco, nos hace incluso poder ver el aire entre ellos y nosotros. Por supuesto y gracias a esto, es de esas películas que hay que ver en 3D para apreciarlas en toda su magnitud.
En definitiva esta película pretende ser una especie de “Titanic” contemporánea, pero lo cierto es que no es ni el mismo éxito de reparto ni tampoco el de la historia argumental, que deja al espectador igual que estaba por la falta de unión entre hilos argumentales y poca expresión en lo que se refiere a personajes. En este aspecto, y sabiendo que las comparaciones resultan odiosas, lo cierto es que es un poco crepusculiana, mucho plano medio para reflejar la belleza de sus protagonistas pero no es apreciable nada más.
Pero obviamente la obra si consigue destacar con genialidad la catástrofe y hacerla real, conseguido de forma perfecta y haciendo grande el resto de la película, así que esa segunda mitad en cierto modo corrige desde otros campos los errores de la primera y hace que valga la pena verla.
Sin duda un acierto si te gusta el cine basado en la acción, de la cual si es cierto hay el uso justo, el que necesita, por parte de tremendas luchas entre gladiadores, con bien llevadas a cabo coreografías, y también si se disfruta de la catástrofe o de los hechos reales del mundo antiguo.
Crítica: Covadonga del Toro
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