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Título: Mil veces buenas noches (A Thousand Times Goodnight)
Dirección: Erik Poppe
Guion: Erik Poppe y Harald Rosenløw-Eeg
Reparto: Juliette Binoche, Nikolaj Coster-Waldau, Maria Doyle Kennedy, Larry Mullen Jr., Mireille Darc, Lauryn Canny, Adrianna Cramer Curtis, Mads Ousdal
Duración: 117 minutos
Año: 2013
País: Noruega
Fotografía: John Christian Rosenlund
Música: Armand Amar
Género: Drama
Productora: Co-producción Noruega-Irlanda-Suecia / Zentropa International / Film i Väst
Distribuidora: Golem Distribución
Cada día vemos en las televisiones, periódicos o revistas, imágenes que nos acercan a la crueldad por la que pasan algunas regiones en nuestro planeta. El mediador para que nos lleguen este tipo de testimonios son los llamados reporteros de guerra, unas personas que se juegan su vida para transmitir la información de primera mano de lo que está sucediendo en esa parte del mundo y que muchas veces con su ayuda mediática consiguen dar pequeños pasos para erradicar estas atrocidades que tristemente nos rodean.
Rebecca (Juliette Binoche) es una fotógrafa especializada en zonas de guerra que, en su afán de documentar las últimas horas de una mártir, pone en peligro su propia vida siguiéndola al lugar del atentado y acabando lastimada por la explosión de la bomba. Cuando vuelve con su familia, después de recuperarse de sus heridas, se verá enfrentada ante un duro dilema… su familia o su trabajo. A partir de aquí surgirá el drama más familiar con el padre y sus dos hijas luchando para que abandone su labor y ella sin poderla dejar completamente, entrando en un conflicto casi irreversible, mostrando egoísmo e individualismo entre ambas partes.
Erik Poppe, director y co-guionista de este film, no ha querido centrar su relato en explicarnos como se juegan las vidas estos fotógrafos y periodistas, sino más bien cómo les afecta en su vida privada y a la de sus familias todo lo que conlleva dicho trabajo. El guion funciona perfectamente a nivel de ritmo, sabiendo dosificar impecablemente tanto la vida familiar y social de la protagonista con su vida laboral.
Pero el problema viene dado cuando es mucho más atrayente ver a Rebecca sintiendo esa necesidad casi irreversible hacia el peligro de su trabajo que viendo como su vida privada y familiar se llena de clichés que buscan que el sentimiento surja de una forma superflua y forzada. Uno tiene la sensación que si en los tramos más familiares se hubieran atrevido a hacer algo menos convencional nos podríamos haber encontrado ante un film mucho más fascinante y redondo.
También me gustaría remarcar las tres partes que suceden en zona de guerra, destacando el gran inicio de la película y el impactante final, donde el director casi sin diálogos es capaz de transmitir toda la fuerza que desprenden los fotogramas de esos momentos.
A nivel interpretativo hay poco que se le pueda reprochar al film. Juliette Binoche está realmente esplendida, mostrándonos en todo momento esa dualidad que requiere un personaje que quiere a su familia, pero que en todo momento se ve tentada por la “droga” de su trabajo y que siente que éste la define como persona.
Nikolaj Coster-Waldau interpreta al marido de Rebecca y, aunque no está a la misma altura interpretativa dando la réplica a Juliette, se defiende perfectamente para no quedar eclipsado por ella. Las debilidades del guion hacen que él tenga que lidiar con gran parte de éstas y eso hace que su papel, en algunas ocasiones, se vea demasiado forzado en su afán de que Rebeca recapacite y deje su trabajo.
También tiene un papel primordial en la historia una de las hijas de Rebecca, Steph, que la actriz Lauryn Canny defiende con mucha soltura llevando en varios momentos el motor del drama emocional de la familia de forma adecuada, aunque en ocasiones tienda a exagerar un poco su rol.
“Mil veces buenas noches” es de esas películas que tienes la sensación que si hubiera arriesgado un poco más a la hora de desarrollar la trama familiar, intentando no caer en algunos clichés y situaciones forzadas, podría haber llegado a ser un gran film. Pero pese a esto son 2 horas muy recomendables, con unas interpretaciones muy correctas, destacando el papelón de Juliette Binoche y con una historia más compleja a nivel emocional que lo que aparenta en un principio.
Crítica: Nacho Lapuente
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