.
Título: Sólo Dios perdona (Only God Forgives)
Director: Nicolas Winding Refn
Guión: Nicolas Winding Refn
Reparto: Ryan Gosling, Kristin Scott Thomas, Vithaya Pansringarm, Rhatha Phongam,Gordon Brown, Tom Burke, Sahajak Boonthanakit, Pitchawat Petchayahon, Charlie Ruedpokanon, Kovit Wattanakul, Wannisa Peungpa, Byron Gibson
Duración: 90 minutos
Año: 2013
País: Francia
Música: Cliff Martinez
Género: Thriller/Drama
Productora: Co-producción Francia-Dinamarca; Gaumont / Wild Bunch / Film i Väst / Bold Films
Distribuidora: Vértigo Films
Julian y su hermano Billy llevan un negocio de boxeo y tráfico de drogas en Bangkok, hasta que una noche Billy viola y asesina a una prostituta, desencadenando una oleada de violencia y venganza entre la organización criminal que dirige la madre de los hermanos y la policía de Bangkon, liderada por el misterioso agente Chang.
El desconocido director danés Nicolas Winding Refn protagonizó una de las historias cinematográficas de los últimos años con su primera película en Hollywood, “Drive” (2011), una historia de cine negro que se convirtió al instante en obra de culto, creando una tendencia estética, dando a conocer su genial banda sonora y sobre todo, elevando al olimpo de Hollywood a su protagonista, Ryan Gosling y su particular e impasible interpretación del enigmático conductor de atracos.
Y aún sorprende más la decisión del director danés, que tras este arrollador éxito y con todo el crédito de la industria norteamericana, decidió volver a Europa como si la cosa no fuera con él. Su nuevo proyectos, repitiendo con Gosling, se esperaba con la máxima expectación en Cannes, ante los prometedores avances previos. Todo indicaba un nuevo éxito y de pronto… la debacle. La película cosechó todo tipo de críticas y ataques y pasó con más pena que gloria por la sección oficial. Ahora llega a nuestros cines esta nueva historia oscura y de nuevo la sorpresa aparece –por mi parte al menos– al descubrir que en absoluto es tan mala como la ponen.
No cabe duda de que Winding Refn es un director que sabe exactamente lo que quiere en sus películas, con una estética, dirección y estilo que ya son inconfundibles. El danés opta por repetir las formulas del éxito de Drive pero esta vez forzando al extremo el estilo. Un ritmo lento, largos planos en movimiento que detienen el tiempo, estética colorista y minuciosa, tanto en fotografía como en Arte, una historia oscura y violenta y un protagonista impasible y ambiguo. Si Gosling encandiló con su impasible mirada en “Drive”…aquí no varía un ápice el gesto, que la verdad, ya resulta un tanto impostado.
Ubicar la acción en los exóticos suburbios nocturnos de Bangkok es sin duda un acierto, empleando la oscuridad y sobre todo el colorido de neón como un protagonista más de la película. El rojo y el negro muy saturados dominan las luces y colores a lo largo de cada escena, cuidando obsesivamente cada plano, cada movimiento de cámara, llevando cada luz y cada decorado al extremo. Si a todo esto le unimos un poderosísimo diseño de sonido, impresionante en la ambientación, la película acaba por atraparnos aunque la narración se empeñe una y otra vez en desconcertarnos y sacarnos de paseo mental. Tanto le gustan a Winding Refn las imágenes que logra recrear que se olvida de que está contando una historia con la que el público trata de engancharse.
Lo real y lo onírico se entrelazan en la película, ayudados por las poderosas imágenes de forma que nunca se sabe muy bien si lo que vemos es sueño o realidad. Los pocos personajes que intervienen imitan la pasividad y ambigüedad del protagonista, midiendo cada gesto y cada palabra. Alucinaciones, cámara lenta y números musicales… realmente la película parece condenada de ante mano a ser un gran fiasco, pero entonces el director toca la tecla adecuada; añade a la fiesta sensorial justo lo que necesita… mucha violencia, tan cruda como explícita, pero no gratuita, porque es el elemento que finalmente atrapa al espectador. Sin quererlo, acabamos el acto final de la película completamente involucrados en la historia, sus personajes y sumidos ese particular efecto de «Drive», donde las imágenes y la música hablan por si solas.
Como ya pasara con su anterior filme… lo que a priori parece una película hermosa pero insustancial, acaba dejando toda clase de sensaciones en el atónito espectador, que repetirá una y otra vez imágenes y colores en su cabeza… si es que el hechizo consigue hacerle efecto.
No nos engañemos. “Solo Dios perdona” no es para nada una obra maestra, pero si una peli fuera de lo normal. Quien quiera entrar en su juego disfrutará de la belleza y poder de sus imágenes y la particular visión de su autor del cine, por muy lenta, extraña o violenta que resulte. Por otra parte, el gran público simplemente se aburrirá de sus excentricidades y falta de ritmo… y tal vez de sentido en general. “Drive” seguirá siendo mejor pero aquí tenemos lo más parecido que puede encontrarse.
*Aquí podéis disfrutar de la crítica de nuestro enviado especial a Sitges.
Redacción: Daniel Álvarez González
