El novio de la Barbie

La obsesión por la imagen y la belleza que tienen algunas personas es harto preocupante. No me refiero a quienes acuden al gimnasio a diario, porque esos me dan envidia […]
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La obsesión por la imagen y la belleza que tienen algunas personas es harto preocupante. No me refiero a quienes acuden al gimnasio a diario, porque esos me dan envidia y reconozco que se lo curran a base de bien. Cada uno a lo suyo, los chicos con las pesas y el banco de abdominales y las chicas en las cintas de correr, con sus camisetas pegadas a la piel por el sudor y sus mallas ajustadas, marcando los prietos glúteos y piernas perfectamente torneadas mientras van jadeando rítmicamente y…y…

Me parece que me estoy desviando un poquitín del tema ¿verdad? Es que uno es muy dado a elucubrar solo…

A quienes voy hacer mención son aquellos que prefieren el bisturí a las mancuernas. ¡No, no se confundan, que no estoy metiendo a todo el mundo en el mismo saco! Tengo familia y amigos que han pasado por el quirófano para mejorar su aspecto exterior y eso lo respeto. Pero pienso que debe de haber un límite para todo.  No me gustan las mujeres que se ponen tetas más grandes que su cabeza y dos morcillas a base de colágeno en donde se supone que deberían estar los labios. Lo hombres no se quedan atrás, llegando a niveles como el joven neoyorkino que se ha operado unas 90 veces para parecerse el novio de la Barbie.

Ya no tratan de parecerse a Brad Pitt, George Clooney o Robbert Pattinson (aunque este último no tengo muy claro en donde situarlo, porque su aspecto tiene bastante de personaje inanimado: su expresividad facial cuando trabaja es la misma que la de un gato de escayola) lo del joven Justin-Ken es de juzgado de guardia, y por lo que parece en las fotos, tiene la piel tan estirada que como se le salten los puntos se va a enrollar como un pergamino.

Esa es otra ¿Qué hacen con la piel que sobra? Con las viejas glorias de nuestro folclore lo tengo claro: sofás y bolsos de piel. Pero va a llegar un punto en que no quede nada por estirar, de hecho hay una artista que no quiero mencionar, pero que empieza por A y acaba en na Obregón que los ojos empieza a tenerlos demasiado cerca de las orejas de tanto estiramiento.

Pero Justin-Ken puede estar contento, ya que una joven rusa llamada Valeria quiere parecerse a la Barbie y viendo las imágenes, no puedo evitar en sentir un escalofrío al comprobar la similitud ¿Hasta donde piensan llegar? ¿Hay algún límite? Que yo sepa, Ken no tiene nada entre las piernas y la Barbie tampoco. Lo que no entiendo es por qué Ken lleva más de 43 años de novio con ella ¡Dios, que paciencia, que hartazgo! No sólo eso, es que tampoco  podrá darle un “meneo” y encima, es un completo calzonazos. Todo es de ella: el coche de la Barbie, la caravana de Barbie, la mansión de Barbie, el caballo de la Barbie…hasta el perro es de la Barbie. A eso hay que añadirle la inestabilidad emocional de la chica cambiando de vocación constantemente: Que si ahora veterinaria, que si ahora bailarina, que si ahora princesita (ya tenemos una y también retocada) que si ahora mariposita, que si ahora sirenita… Le falta ir de cabrita, que es como realmente esta la Barbie, porque tiene más de 50 años y ella se empeña en parecer todavía una niña. Como la A…bueno, como algunas artistas.

Parecerse a un muñeco de ficción está de moda, sobre todo entre nuestra querida, apreciada y amadísima clase política española. Mariano Rajoy me recuerda terriblemente a un híbrido entre el GeyperMan barbudo por su aspecto físico y Pinocho por su aspecto espiritual. Al muñeco barbudo que me recuerda en especial es aquel que venía acompañado de los complementos de escalador, y no porque Don Mariano suba muchos picos y montañas, sino por la cuesta que nos está haciendo subir a todos los españolitos de a pie, que no la escala ni la mismísima Edurne Pasabán.

En lo que respecta a su aspecto espiritual de Pinocho, es porque últimamente está “sembrado” con sus declaraciones. Ya se lo dice su hada madrina Soraya:

Mariano, deja ya de salir por la tele y prometer cosas, que mira la nariz que se te está poniendo

Hay más políticos que se parecen a otros personajes que más valdría no citar ya que no sería políticamente correcto. Aunque unir en una misma frase política y correcto estos últimos meses sea una aberración lingüística. No quisiera que mis lectores utilicen esos muñecos para hacer vudú con ellos y me acusen de incitar a la violencia. Esa tarea se le da mejor al Ministerio de Interior cuando suelta a sus antidisturbios.

En lo que respecta a mí, siempre quise parecerme a Bob Esponja y me operé como podéis ver en la foto, pero la cosa no salió como yo esperaba. Cada vez que me ducho que quedo atascado dentro de la cabina.

No contaba con que las esponjas absorbieran tanta agua.

Autor: Miguel Soria López

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